Hace ya tiempo que la política española
sigue fielmente los pasos del estilo Valle-Inclán. Hartos estamos de repetirlo por estos lares, pero teniendo en cuenta los últimos meses, necesario es repetir lo hartos que estamos.
Andando por el callejón del gato nos topamos con un Gobierno sencillamente
incapaz. Permítaseme el apunte, con un Presidente sencillamente
incapaz. Las primeras semanas en que el ejecutivo hubo de enfrentarse a la crisis, las contradicciones entre gabinetes, las rectificaciones y cambios sobre la marcha nos parecían casuales, incluso sanamente divertidas.
Con el tiempo, la improvisación continua se ha instalado en el Teatro
La Moncloa, para deleite de unos, y pena de otros muchos. De más de cuatro millones, me atrevo a decir. Para colmo de males, el recorte del déficit que todo el mundo llevaba reclamando desde hace meses, y que ha tenido que venir
Europa a imponernos, ha recaído sobre funcionarios y pensionistas. Medidas provisionales, cierto. Medidas que responden a una inequívoca necesidad dentro de un esfuerzo nacional, cierto. Pero, ¿no hay otras partidas del gasto que se puedan tocar? Bien es cierto que las propuestas de la oposición al respecto son ridículas, porque un recorte de 2000 millones, que es el que se espera obtener, por ejemplo, con la medida de los funcionarios, difícilmente puede obtenerse quitando tal o cual Ministerio. Pero, pese a ello, si parece necesario, al menos desde el punto de vista del buen gusto, tocar, antes que a los pensionistas (o simultáneamente al menos), otras partidas. Véase el gasto militar, véase subvenciones estratosféricas a sindicatos y patronal.
No menos desfigurada surge la imagen de la oposición. Y sin necesidad de mirarse en espejo cóncavo alguno. Apoyar a políticos sospechosamente unidos a tramas de corrupción,
diga lo que diga la justicia,
es aberrante. Tirar piedras en contra de la propia situación nacional, deteriorando aún más la imagen de España en el exterior, y sólo con el fin de desgastar al Gobierno,
es vergonzoso. Tener una
número dos que vota una cosa en las Cortes castellano-manchegas, y otra distinta y opuesta en las nacionales,
es de chiste. Estar empapados del tufo de la corrupción hasta el tuétano,
es indigno de una ciudadanía como la española.
Camarero; llévese ésto, y tráigame una de Felipes, y otra de Adolfos. El
espejo de la justicia no anda mejor, ciertamente. La fuerza de los celos, de las enemistades y... de la política, han llevado al magistrado español más notorio de España fuera de los tribunales. De momento sólo temporalmente, todo hay que decirlo, a la espera de que su juicio sobre la investigación de los crímenes franquistas se resuelva. Ya nos parecía bochorn

oso que Garzón tuviera que presentarse a declarar por una situación como ésta,
donde la interpretación judicial es perfectamente válida, aunque opinable, pero donde terminar imputado y suspendido, ha roto muchas fronteras. Reacciones no han faltado por todo el mundo. Desde Estados Unidos a Argentina, pasando por Alemania o Francia, no faltan las voces que ponen el grito en el cielo por la situación.
El propio Presidente de la Corte Penal Internacional, subraya que la interpretación del caso realizada por el magistrado es perfectamente válida. Seguramente opinable, pero difícilmente catalogable de delito. En cualquier caso, ha ido a topar el incesante defensor de los derechos humanos y perseguidor de dictaduras con un férreo muro. Atrevámonos a decir con un duro
búnker. El de las fuerzas reaccionarias que aún dirigen altas esferas de las decisiones en nuestro país. Y es que sectores políticos de España, sepa usted de qué lado, aún no se han dado cuenta de que la contienda no es
derechas VS izquierdas, sino
dictadura VS democracia. Pensábamos que en la transición quedó claro, pero al parecer no. El tema en cualquier caso será tratado con más calma y rigor de la mano de
un Brote Impredecible dentro de unas semanas, cuando tengamos más datos sobre el futuro de este gran jurista.
Panorama dantesco éste, y teñido del pesimismo que nos trae el ver que
en el mundo las cosas no son muy distintas. El petróleo sigue manchando costas; los especuladores siguen jugando con los mercados; los trabajadores siguen sin trabajo; y los pobres cada día son más pobres. Más pena debe darnos la situación si atendemos a su causa: una incorrecta forma de fijar las
prioridades de la vida política. Un apunte a título de ejemplo. Con el 1% de las ayudas que en todo el mundo se han dado a la Banca se resolvería el problema del hambre en el mundo. Con datos como éste, resulta cada día más difícil sentirse humano sin despreciar la especie.
Quedan cosas buenas, en cualquier caso, pero muchas no dan trabajo ni alimento, por lo que las veremos en otra ocasión.